miércoles, 12 de septiembre de 2012

Por fin


Andy Murray se ha sacado de encima una carga importante, que puede ser determinante en el resto de su trayectoria, tanto se habló de que llegaba pero no cerraba los compromisos importantes, las cuatro finales frustradas de grand slam han forjado y endurecido el carácter de un hombre que está donde debe estar. Mucho tiene que ver el trabajo de  Ivan Lendl, otro ex número uno del mundo, su nuevo entrenador desde enero pasado, quien viviera la misma amargura que Andy antes de proclamarse campeón en su primer major.



Ahora el escocés puede presumir con comodidad su pertenencia al selecto grupo de los cuatro fantásticos, esta victoria trabajada y madurada, concretamente la final de Wimbledon ante “su majestad” Roger Federer, y la medalla de oro ante el mismo, parecen haberlo catapultado y fortalecido psicológicamente para saberse imponer en situaciones importantes que la final del pasado lunes nos ofreció, tales como el ingrediente del viento, la temperatura que bajó y causó en ambos competidores,  la recuperación que Nole mostró al igualar a 2 sets, esta última fue la prueba para que Andy se demostrase y  demostrara que tiene los suficientes arrestos para ser más que un buen jugador, ser capaz de vencer a los mejores del planeta, de ganar calidad y no cantidad.


En este año ocurre lo inhabitual en varones, cada uno de los cuatro fantásticos con una corona de grand slam a casa, se rompe la tendencia hegemónica que favorece a Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic, el turno es para Murray.


Auri Jiménez

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